Espacio gestual – Usoa Ibarra Borra – #HistoriasDeAndarPorCasa
Espacio gestual
No me había fijado antes, pero tus largos dedos me recuerdan a esas algas que la marea zarandea de un lado para otro en permanente movimiento. El que sensitivamente necesites ese contacto con la superficie de las cosas, o con el aire que manoteas mientras hablas, me acerca a ti, porque yo también necesito sentir lo que me rodea, me hace más presente. Esa delicadeza con la que cortas el aguacate o el tomate, sin prisa y con precisión, dejando al tiempo que vaya espaciando las rodajas, me enternece. En esta casa que habitamos todo parece ir a otro ritmo. Hasta el viento me parece que pesa más y que mueve los árboles del jardín con más pausa. Ritualizas el simple acto de preparar unas tostadas de desayuno, lo que me hace pensar en lo importante que debe ser para ti construir tu rutina con esmero. Se nota en tus gestos más banales que te gusta hacer las cosas con buen ánimo. Y además has dispuesto sobre la encimera todo lo que necesitas en el orden en el que vas a ir utilizándolo, siguiendo un pentagrama imaginario, acompasando cada ingrediente con el baile de tu tacto. Me cuentas, mientras tus manos extienden las lonchas de pavo como si fueran las sábanas que cubren el pan, que en esta cocina hay dos esquinas peligrosas que deberías pulir. Y así, mientras me hablas, me voy imaginando tus manos haciendo ese trabajo, siguiendo el camino de la veta en la madera como hace un rato seguían tus dedos mis vértebras y se abrían en abanico por toda la espalda. Esa madera que se encrespa al paso de la lija, esos poros de mi piel abiertos a tu tacto. Visualizo un ritmo constante para suavizar los bordes, al igual que tus susurros lo hicieron en mi oreja, mientras tus manos presionaban mis pechos y caía tu peso sobre mí haciendo que mis brazos se rindieran y se hundiera mi cara en la almohada. Saldrá la viruta por los aires como lo hicieron hoy los gemidos para quedarse en los pliegues de las sábanas. Cuando redondees esas esquinas sé que pasaré mis dedos sobre ellas y me devolverán este momento en el que desayunamos unas tostadas simétricas hechas con el cariño y el mimo con el que tus manos tocan las cosas en apariencia más insignificantes para darles el protagonismo de los momentos que ya no volverán. ¡Qué curiosa es la vida! Hace exactamente cinco días eras el chico con el que compartía el alquiler, porque entre la mudanza y nuestras respectivas agendas, no habíamos tenido tiempo de coincidir. Tras el Estado de Alarma el espacio común se ha estrechado, y más allá de estas cuatro paredes, hemos encontrado una forma cómplice de marcar el territorio limitado de un cuerpo, o el ilimitado de esta ilusión incipiente. Hoy además sé que tus manos impondrán quietud a este anormal e inolvidable tiempo de encierro.