Relatos Cortos #SemArq2019 – “Un zaguán en Lanzarote” – Diego Carreño

jueves, octubre 3, 2019

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Un zaguán en Lanzarote

La imagen (un espacio -zaguán le parecía- con diferentes ventanas filtrando la luz blanquecina proveniente de un exterior luminoso) colgaba desde hacía unos días en la pared de su cocina.

Francisca, siempre hacendosa pese a su avanzada edad, sonreía de cuando en vez al desviar la mirada de sus tareas hacia a la imagen. Los ojos, que otrora fueron agudos y precisos y hoy ya vidriosos y un tanto ajados, tardaban un rato en enfocar. Poco importaba, pues el motivo de la alegría no era tanto la calidad de la escena ahí representada el como saber que era una de las postales que su hija Julia le había enviado.

Agradecía profundamente en el silencio de su corazón que su hija no hubiera perdido la costumbre de antaño de escribirle, aunque fueran unas breves líneas. Cierto era que la cadencia de las misivas no era regular y en ocasiones sucedía que debía esperar demasiado tiempo -siempre de acuerdo con su entender- para recibir la siguiente.

Ella no entiende de guasappes y pese a los ruegos tanto de Julia como de sus allegados, apenas usa el móvil como no sea que alguien le ponga el suyo directamente en la oreja. Así, las esperas entre postal y postal se hicieron casi eternas desde que su hija se había desplazado al Archipiélago Canario a vivir. La imagen, clara con un toque de color en la alfombra rústica era de allí, de Lanzarote. Por eso la sonrisa: Julia le invitaba a visitarla y ya había reservado el vuelo.

Francisca nunca había volado ni visitado las islas. De hecho, sólo conocía el mar por las fotos, la televisión o las películas. Ella era de secano y montaña, pero su hija… ay, a la niña siempre le había gustado viajar. De ahí la costumbre de las postales. Más le gustaba a Francisca el momento en que su hija volvía de aquellos periplos y le describía los lugares hermosos que visitaba.

Recordaba el día en que le había hablado por vez primera de aquella tierra rodeada de un mar a veces de un color tan profundo que le robaba el azul al cielo y otras de un pálido turquesa transparente; un lugar en que las casas eran de un blanco mágico con luz propia, y donde el sol dotaba a los colores de una viveza inusitada. Observando la postal ya se imagina a Julia cruzando el umbral de puerta abierta al fondo, y cerrando los ojos es capaz de escuchar sus pisadas en el empedrado acercándose hasta que la vistosa y mullida alfombra abraza su calzado… “debe de haber guijarros a la entrada, y seguro que un jardín entre tapiales con aloes y aguacates”, gusta de imaginar.

“Ella me dijo que allí la brisa sabe a salvia y a mar”, recuerda. Se imagina sentada, en el umbral del zaguán escuchando las palabras de su hija sobre las historias de tantos tapiales asomados a acantilados que nunca ha visto. Y sonríe.

Diego Carreño
Arquitecto


Un zaguán en Lanzarote – Diego Carreño

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