El museo imaginario – Reyes Mª Concepción Betancort – #HistoriasDeAndarPorCasa

domingo, abril 19, 2020

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   Margarita se colocó la pamela azul con un largo lazo de flores que su madre no se ponía desde el verano pasado. El vestido rojo dejaba al descubierto un enorme cardenal hecho el día anterior cuando se puso de pie sobre la silla y su hermano la empujó, el golpe fue tremendo contra el suelo.

   Su hermano, Andrés. A veces era el más bueno de todos los hermanos del mundo mundial y otras el peor, el que la cabreaba…y eso que eran gemelos.

   Llevaban muchos días en casa, como todos los vecinos…  Con diez años tenían que buscar la manera de entretenerse.

-Pase, señorita, pase al museo “Mi casa”.- Decía Andrés en tono jocoso haciendo una gran reverencia.

-Oh, muchas gracias, “mi llamar” Margarita- Dijo ella poniendo acento gracioso.

-Tiene nombre de primavera.

-¡Qué amable, “míster” guía!

-Pase y le enseñaré las maravillas de mi hogar.

-“Mí” gustar mucho Islas Canarias, “ser” diferentes.- Decía ella con retintín moviendo aparatosamente su cabello castaño desparramado bajo la enorme pamela.

-“Yes, yes” ven “pa´cá”.

-Esto es el “Barranco de las Angustias”, situado en La Palma.- Explicaba el muchacho señalando la taza del wáter.

-Muy apropiado.- Corroboró ella.

-Aquí” la playa del Cotillo”, en Fuerteventura, una inmensa playa de arenilla y aguas cristalinas.- Por descontado, se refería a la bañera.

   Salieron al pasillo donde un monopatín olvidado hacía las veces de tabla de windsurf.

-El esplendoroso “Risco de Famara”, en Lanzarote, paraíso de los surfistas. –Bromeaba Andrés al tiempo que le daba una patada al monopatín que corrió pasillo adelante.

-“Mí” encanta el mar.

   Los dos intrépidos hermanos entraron en el dormitorio principal donde había un armario, en cuyo techo, una fila de cajas se apilaba hasta lo más alto de la habitación.

-La montaña más grande de toda España, “El Teide”, en   Tenerife.

   Ella le seguía con una sonrisa de oreja a oreja “alucinada” por todas las maravillas que les ofrecía aquel imaginario “museo”.

-Abrimos las “puertas del Edén” donde encontramos manzanas, peras, yogures, carne, pescado y huevos también. -Evidentemente, Andrés se refería a la nevera.

-“Mí” “gustar” el pescado frito con ¿moco…moco…picón…?

-¡Con mojo picón, muchacha! Sigamos. Por este largo pasillo siempre había un balón con el que jugaban Pedro,  Silva y Vitolo. Se echaban unas pachanguitas que no veas.

-¿Qué “ser” pachanguitas?

-¡Fútbol, mi niña, fútbol!

-No “gustar” fútbol, literatura mejor.

-¿Ves esta silla carcomida, vieja y rota? Ahí se sentaba Benito Pérez Galdós, gran autor canario.

-¿Y eso qué “ser”?- Señaló Margarita la habitación de ambos.

-“La Cueva de los Verdes”, cuando entras no sabes lo que te vas a encontrar.

-Este museo “ser” sencillamente extraordinario.

-Por último, el balcón, deliciosamente decorado con geranios y maravillosas vistas.

-“Ver” palmeras, pero no personas.

-Es que todos están haciendo visitas a sus propios museos en sus casas cerradas.

   Una chispita de melancolía los envolvió.


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