Textos #SemanaArq2017 – «Transformaciones silenciosas», por Fernando Gutiérrez Garrido
Lo primero que noté al salir a la calle fue un frío inusual que me hizo cruzar los brazos y mirar al cielo en el que, oscuras de un gris plomizo, las nubes se desplazaban con velocidad. Tras unos segundos contemplándolas, una muchedumbre que corría bajo el ritmo de percusión de pisadas desacopladas me hizo volver a la realidad.
Mucha gente. Cada vez más. Una multitud.
Pronto me di cuenta de que no corrían para resguardarse de la amenaza de lluvia, sus caras reflejaban temor, incredulidad, asombro… Instintivamente me puse a correr junto a un grupo que pasó a mi lado y, sin saber hacia dónde nos dirigíamos, recorrimos la calle Otilia Díaz en la que todos los edificios aparecían a mi mirada de un ocre anodino, hasta los vidrios y marcos de las ventanas habían adquirido el mismo color. Tropezaba con otras piernas cuando alzaba la vista para comprobar con sorpresa la extraña monotonía cromática imperante. A medida que nuestra carrera nos acercaba a la Plaza de las Palmas, un zumbido grave lo comenzaba inundar todo y las personas se iban agolpando tras las zonas acordonadas, estirando sus cuellos para comprobar con sus propios ojos el incidente. Un helicóptero de la policía flotaba en el aire como una pompa de jabón mientras abajo los agentes intentaban contener a la muchedumbre para evitar el acceso a la plaza.
No podía creerlo: la iglesia de San Ginés había desaparecido.
En su lugar reinaba un enorme vacío en el que ni siquiera quedaba una huella de la planta del edificio o algún vestigio de su existencia, ni siquiera unos míseros escombros que indicasen un derrumbe fortuito. ¿Cómo podía haber ocurrido aquello de repente? Con la atención puesta en el increíble suceso e intentando encontrar respuestas coherentes, no nos dimos cuenta de que los edificios de toda la ciudad iban transformando su color. El ocre anodino mutaba lentamente su luminosidad, cambiando a una tonalidad cada vez más apagada.
A medida que pasaba el tiempo, la expresión de las personas que allí nos encontrábamos pasó del asombro inicial a la preocupación. Las conversaciones se tornaron en lamentos.
No podía apartar la mirada del lugar en el que la noche anterior había una iglesia, que intentaba recrear en mi imaginación y que, pese a que la había observado miles de veces, era incapaz de reproducir con todos sus detalles. Absorto en mis pensamientos, noté unos breves y repetitivos tirones de la manga de mi camisa. Era una anciana desdentada, con el pelo gris alborotado y vestida con roídas y sucias ropas negras intentando decirme algo.
– ¿Necesita ayuda, señora?
– No te lamentes por un presente que pudiste cambiar en el pasado…
Repetía lo mismo una y otra vez acompañando sus palabras con carcajadas que me pusieron los pelos de punta. Corrí asustado. Quería alejarme de ella. Pero al girar la esquina otra vez estaba allí, inmóvil, mirándome y repitiendo:
– No te lamentes por un presente que pudiste cambiar en el pasado…
Fernando Gutiérrez Garrido
Arquitecto.
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«Transformaciones silenciosas», por Fernando Gutiérrez Garrido